martes, 17 de agosto de 2010

Allá donde conviven negros y chachis…




Allá viví la noche más oscura y el más claro amanecer. Sentí el sol más cálido y la brisa más refrescante.
Allá donde conviven negros y chachis conocí enormes árboles y también vi de cerca como son talados por grandes empresas madereras que están detrás de los rostros humanos de la zona.
El lugar se llama Santa María de los Cayapas. Es una comunidad del norte de la provincia de Esmeraldas, a la que se llega solo por el río Cayapas.
Está habitada por dos etnias: los indígenas chachis y los negros. Son seres diferentes en su esencia, en sus costumbres y hasta en su apariencia, sin embargo son tan parecidos en la cotidianidad.
Comparten no solo el territorio, sino también la escuela, el colegio, el río, los caminos, las fiestas, el trabajo y las dificultades. Comparten, como verdaderos hermanos, sus vidas.
Sus vidas que están muy ligadas a la agricultura. Cultivan plátano, coco, cacao y yuca. Estos productos son la base de su alimentación.
El masato, por ejemplo, que es una bebida espesa que se prepara con plátano maduro y agua o leche, no falta en sus mesas.
Ver a los niños y niñas chachis y negros juntos en un aula de clases, es muy significativo. Hace cincuenta años esto no era posible.
Cuentan los habitantes de mayor edad, que había conflictos no solo por tierras, sino por antipatía y desconocimiento, entre sí, de sus bondades.
Juyungo, la obra insigne del escritor esmeraldeño, Adalberto Ortiz, refleja esta realidad. Su lectura nos transporta a un mundo multicolor, fantástico.
En la lengua chachi y por extensión mítica Juyungo, significa “diablo”
Ahora, es verdad que los negros y los chachis no permanecen juntos el día entero, algunos dicen que no se mezclan. Pero comparten y eso es innegable. Y hermoso.
Santa María de los Cayapas, es la conciliación de dos mundos distintos, pero iguales.

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